CUANDO LA PRODUCCIÓN DEL COMERCIAL, SE CONVIERTE EN UN VERDADERO DOLOR DE CABEZA

sept 19, 2018 0 comments


Por Fernando Cuevas de la Mora. 

Durante mis años trabajando en diferentes agencias de publicidad en la ciudad de México, me divertía mucho en las producciones de comerciales. No iba necesariamente a tomar café, ni a comer en cada corte, ni tampoco a platicar con el cliente, ni perseguir modelos. Iba concretamente a supervisar la producción. Digamos que ante la Productora, yo era “el cliente”.
      

Tenía comunicación con el Director; revisaba muy bien el guión (o el texto) y si no estaba muy de acuerdo con la toma recién filmada, hacía ajustes o la dejaba como había quedado. Revisaba vestuario, “props”, secuencias y demás.
 Pero en ocasiones, las producciones producían dolores de cabeza como por ejemplo: llegadas tarde por parte del modelo o la modelo principales. Tardanza en el inicio del comercial porque “olvidaron algo” o como en un comercial que me pasó algo realmente inusitado: filmamos todo el día un comercial que tenía complicaciones en la producción y al final, ya se habían ido los dos modelos; el “staff” recogía tramoyas, otros, quitando luces, enredando cables y noté que el Director y el Fotógrafo, estaban al fondo del foro discutiendo. Pensé que culpándose uno al otro por algo; o que se reclamaban algo o lo que fuera. Y no le di importancia, pero luego escuché ya muy acalorada la situación.
“¿Sabes cuánto nos va a costar esto?” decía el Director, y el Fotógrafo decía: “Te pedí un par de asistentes, pero me dijiste que no había presupuesto” y me acerqué cautelosamente. Me vieron y quisieron desviar el motivo. Pregunté “¿Pasó algo? Si tiene qué ver con la Producción o algo que implique problema, díganme”. El Director se quedó callado y miró al Fotógrafo que no tuvo más que decir: “perdone señor…(los Fotógrafos siempre eran (y quizá aun sean) muy solemnes y decían señor al creativo)…filmamos sin rollo …sin película…no pusieron película en el “magazine”. 
         Me quedé mudo. Casi me sentía como Gene Wilder: moviendo los ojos de un lado a otro sin decir nada. Lo único que dije fue: “mañana nos vemos a las 9 para filmar todo…de nuevo…y no olviden la cámara”.




Ahora me río cuando recuerdo ese caso. En su momento, me enojé con la Productora y no volví a trabajar con ellos, aunque sí con el fotógrafo. Con él hice dos comerciales. Digamos que su trabajo, fue como una “redención” o expiación o lo que fuera.
Y también tengo por ahí otra anécdota en la que una simple producción, se convirtió en una verdadera pesadilla. Y sucedió en Guadalajara a donde me fui a trabajar contratado por una agencia. El comercial en cuestión, era una historia en la que había un beisbolista que no dormía bien y lo ponchaban siempre. Hasta que su entrenador le sugirió que cambiara la marca de colchón. (Este era “el producto” que debíamos anunciar). 
        


Llegamos a la locación a las 4 de la tarde. Se emplazaron las cámaras; los modelos ya estaban uniformados y quisimos aprovechar la luz porque rentamos un estadio de beisbol en el que no permitieron utilizar las luces porque era muy costoso encenderlas. Así que iniciamos con la primer escena, pero…las luces artificiales no estaban bien colocadas; las cámaras estaban en mala posición así que en arreglar esos detalles, se hizo casi de noche. Fui a hablar con el encargado del campo para que encendiera las luces y dijo: “tiene qué pagar por adelantado”. Era una cantidad que NO estaba presupuestada pero tomé la decisión de pagar la cantidad con tal de tener la luz. 
Reiniciamos la producción a las 8 de la noche. A las 10 solo nos faltaba una última escena: una pelota de beisbol que era “la estrella del comercial”. Esta pelota tenía que salir del estadio; caer en un recipiente de salsa cátsup, salpicar las camisas de una pareja que estaban comiendo “hot-dogs” y terminaba ahí la escena. Sencillo. Solo que: NO HABÍA PELOTA DE BEISBOL. La productora jamás se había preocupado; el encargado del parque no tenía autorización para sacar nada. La productora mandó comprar dos. Todo cerrado. Alguien del “staff” dijo: “tengo un amigo que tiene una pelota”. A la una de la mañana, llegó el tipo con una muy famosa, que curiosamente, estaba firmada por el mismísimo Fernando Valenzuela, pítcher estrella de los Dodgers. Ni modo: la metimos en el recipiente con salsa cátsup. Al día siguiente, fue a mi oficina el dueño, pidiendo no sé cuántos dólares por el daño. Lo mandé con la Productora. El comercial salió muy caro; más de lo presupuestado, pero la Productora reconoció sus fallas y tuvieron que absorver el gasto (gajes del oficio).


Esto es parte de lo que puede suceder en una Producción. Siempre tuve algo que viví con angustia, enojo, decepción, pero feliz después de todo.


Saludos

EPÍLOGO: si algunos leyeron las dos colaboraciones anteriores, se habrán dado cuenta que son artículos en donde más bien, anoto reminiscencias del pasado, de cuando en los años 60’s y 70’s la publicidad floreció en muchos sentidos: arte, creatividad, clientes con enormes presupuestos, libertad creativa y muchos caminos por explorar y expander. Así que lo que escribo, son “memorias”. Posiblemente no encuentren cosas nuevas o impactantes. No se trata de escribir planteamientos ni “lecciones” o “clases” de publicidad. Solo es recordar (como se titulaba un gran programa de tv): “los años maravillosos” de la publicidad. Gracias por la lectura.



Fernando Cuevas de la Mora: 
Un gran personaje que figuró en la época dorada de la publicidad, cuando las grandes transnacionales llegaban al país. Tuvo juntas de trabajo con el mismísimo William Bernbach, se iba de farra con García Marquez, años después tomaba café con Guy Day. Escribió grandes campañas para Volkswagen, Marinela, Sabritas, Banca Serfín, entre otras muchas marcas. 

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